miércoles, 2 de enero de 2008

EL LIO DE COMPARTIR SENO MATERNO

Empecé a encontrarle sus ventajas. Si eso que tenía al lado (no sabía qué era ni si yo era igual, pero los millones que nadaban con nosotros eran sino iguales, muy similares, así que, pensé, muy parecido debo ser) no paraba de transformarse, es muy posible que a mí me pasara lo mismo. Era como tener un espejo. Por supuesto que de aquellas no tenía el concepto de espejo, ni de la palabra. Mucho menos ojos para ver, pero qué se yo, sabía que a mi me sucedía casi lo mismo ¿qué cómo lo sé? ¡Pero si ya te he dicho que no lo sé! Lo sentía, tal vez, en el latir de la sangre. Con cada latido, zas, una transformación. ¡Pero qué época! Con cada día, una sorpresa nueva. Yo me enteré de que tenía ojo, cuando “eso” me metió un dedo ahí mismamente. ¡y puedo asegurarte que no me hizo ninguna gracia! ¿y las extremidades inferiores? Imagínate, ahí moviéndonos los dos, en el sitio pensado para uno... ¡Ala, toma rodillazo! Si, claro, sin querer, pero ahí te quedó. Debíamos estar llenos de moratones. ¿Qué estiraba el brazo? ¡codazo asegurado! Un sufrir constante, puedes creerme. A medida que pasaban las semanas, más grandes, menos sitio. Más tortazos. Más incomodidades. ¡Ah! ¿Y los cordones umbilicales? ¡Cuántas veces a punto de ahogarme, sin siquiera haber nacido! ¡unos líos....! Y mira que eran largos... Yo no sé cómo me las arreglaba, que casi siempre lo tenía rodeándome el pescuezo. Y cuando no, atada una pierna mía con otra suya, o mi brazo con el del otro lo que sea. ¡Es que hay que vivirlo! Había momentos que sentía sueño (digo yo que sería eso) Bajaba los párpados (digo yo), me encogía y me gustaba meter el dedo en la boca. Pues me confundía, y se lo metía al de al lado y me encontraba chupando el suyo.

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FALDON DE CRISTIANAR

FALDON DE CRISTIANAR
Con este faldón se bautizaron nuestro padre y nuestro abuelo.