domingo, 15 de junio de 2008

PADRE, HE AQUI A TUS HIJAS. HIJAS, HE AQUI A VUESTRO PADRE

Nos dábamos cuenta de que cada día la cunita que compartíamos era más pequeña. Nos dábamos cuenta y lo sufríamos. No es lo mismo compartirla cuando acabas de nacer que cuando tienes cinco o seis meses ¡dónde va a parar!. Volvíamos a molestarnos cada vez más, aquello ya parecían los tiempos de vida en el seno materno, cuando estábamos a punto de nacer. Lo malo es que no parecía tener mucho arreglo. Nosotros crecíamos, crecíamos, pero el espacio no. Yo miraba a mi hermana y cada vez parecía más grande, tenía más mofletes, y se enteraba de muchas cosas, como yo. Así que yo pensaba para mí: pues seguramente yo también estoy creciendo. Seguramente, me parezco a ella. Y ella me miraba, se reía y parecía estar de acuerdo con todo lo que yo pensaba. Ya todos los que se acercaban a nosotros para cuidarnos, nos sonaban. Sobre todo mamá, a la que ya intentábamos nombrar, consiguiendo sacar cada vez sonidos nuevos de la boquita.

Aquel día lejano, nos pusimos nerviosas. Intuíamos que pasaba algo fuera de lo normal. Todo el mundo estaba ajetreado y mamá, sobre todo mamá, estaba muy contenta y no hacía más que cantar. Y es que por fin vino papá a conocernos. ¡Si, era cierto, era verdad, teníamos papá! Buffff, menos mal, qué alivio.... Es que no eran tiempos de crecer sin papá, como ya dije. Ya no sólo por lo económico, es que de aquellas estaba muy mal visto que la mujer trabajase fuera de casa. Mi padre era lo suficientemente hombre, decía, para mantener a todo la familia con su trabajo, y no permitir que lo hiciese mamá. Por eso tardó tanto en venir a vernos, porque tenía que trabajar en el “extranjero” (Portugal) y no le daban permiso para conocernos.

La suerte de que tardase tanto, es que la cara de sorpresa y preocupación que se le había quedado al enterarse de que era doblemente padre, ya se le había ido transformando cuando lo conocimos, y tenía una sonrisa de satisfacción y orgullo que no podía con ella.

Muchas fueron las risas que nos arrancaron entre papá y mamá. ¿No ves que guapas son? Pero ¿cómo me las tienes tan hermosas? Y otras cosas que no entendíamos, pero sentíamos que todos éramos felices.




No hay comentarios:

FALDON DE CRISTIANAR

FALDON DE CRISTIANAR
Con este faldón se bautizaron nuestro padre y nuestro abuelo.